18 abril, 2009

Ladrame Mucho


No, no quiero que nadie me ladre, ni me maltrate, faltaría más.
Ládrame mucho es el titulo de un programa de tele, que hoy sábado desayuno conmigo.
Va de unos concursantes compuestos por amo y perro, que tienen que demostrar que uno es el mejor educador y el otro el mejor educado.
De las tres pruebas que vi. Las tres me dejaron impresionada, ¿Los perros? un tratado de reglas de urbanidad y obediencia, donde sus dueños eran el único objetivo de sus tiernas miradas.

Y pensé Si los padres refunfuñan tanto de sus niños, quizás, les vendría bien un adiestrador de canes. Los resultados son óptimos, lo juro.

Bueno, no se.

17 abril, 2009

En plena Cibeles


Caminando por las calles del viejo Madrid en febrero de 2009:



Año de nieves ...ese día nevaba,
¿las amapolas? un reclamo,
¿la suerte? asegurada.


Almendros en flor


Levantamos vuelo y caímos a un almendro, eso si, en flor.

La Crisis

Hijos de la violencia de genero

Es este un artículo que apareció en Mujer Hoy de Maria Borja, que muestra bajo otro prisma los frutos del maltrato.

Mientras las mujeres maltratadas se han ido haciendo visibles, no ha ocurrido lo mismo con sus hijos: inmersos en un microcosmos de violencia, testigos de las agresiones y de los insultos, no existen para las estadísticas, no cuentan para el sistema.

Niños invisibles Siempre que se habla de violencia de género se hace referido a las mujeres, señala Lola Aguilar, pero no se puede ignorar la realidad de sus hijos, también son víctimas.
Efectivamente, aunque la Ley de Protección Integral reconozca los efectos que la violencia de género tiene sobre los menores, no se han desarrollado recursos específicos para tratarlos.
Sólo se les considera víctimas si también les agraden físicamente a ellos o si presencian la paliza, lo que, a juicio de Pepa Horno, es absolutamente injustificable.


Un niño es víctima aunque esté en el piso de arriba escuchando los gritos de su madre mientras la están moliendo a palos.
Lo que victimiza a una persona es vivir en un entorno de terror, independientemente de que le agredan o no.

Los chicos arrastran las secuelas de haber estado expuestos a la violencia en su hogar durante toda su infancia, tienen alteraciones en todas las facetas: físicas, emocionales, conductuales, cognitivas, de habilidades socia­les...


Todo está patas arriba.

Así, sabemos que la gran mayoría de los menores sufre estrés pos­traumático severo, un trastorno que se produce por padecer un miedo extremo a morir o ser dañado uno mismo o nuestro ser más querido.

En el 60% de los casos se observa re-experimenta­ción del trauma: cualquier evento que les recuerde aquello que han vivido les provoca un terror incontrolable.


Más del 50% de los pequeños están hiper-vigilantes, siempre alerta esperando a ver de dónde les va a venir la bofetada.


Grito de ayuda. Es muy frecuente que estos niños muestren también una gran agresividad, debida, nos explica Lola Aguiléll, debido a toda la contención emo­cional que arrastran.
Canalizan mal esa ira contenida que no pueden dirigir al agresor, a menudo, tienen trastor­nos cognitivos: empiezan a hablar más tarde, a leer con retraso ... el miedo les impide concentrarse en los estudios, aunque también se da el caso contrario: niños que se evaden en los libros y son estudiantes brillantísimos.

La cosa se va complicando a medida que los niños crecen. Cuantos más años lleven viviendo bajo el terror, más po­sibilidades hay de que se distorsionen los roles hombre-mujer.


Las niñas van identificándose con la figura materna de sumisión, son las futuras victimas.
Si no queremos que las niñas identifiquen varón con maltratador, se trabajan los modelos positivos masculinos, no se puede educar en el temor al hombre.

Un maltratador no puede ser un buen padre porque tratar bien a un hijo implica:


- Que se le enseñe la no violencia.
- Se le eduque en la tolerancia
- Se le respete como ser humano
- Que no se inflija temor, desconfianza ni miedo.