En ese torbellino mental, en los aconteceres de cada segundo de mi vida, llega como un suspiro un olor a acuarela, no deje deslizarse a la idea y me la quede.
Pero esa motivación, de nuevo conmigo, hubo un tiempo que se alió con la indiferencia y la trate como a una desconocida.
Cuando el motivo nos abandona siempre queda el brío de la voluntad, ese atrevimiento a ser feliz por el trabajo bien hecho y por imaginarnos nuestra vida a golpe de esperanzas creadas, incluso, en la desgana, que hace huir a la apatía para llevarnos a buen puerto.
Y ahí voy balanceándome entre la motivación y la voluntad, con ganas voluntariosas o con voluntades por la gana.
Feliz por comprender.