23 enero, 2011

Infinitas posibilidades

Al ir a pagar en un supermercado entre mi objetivo y yo se interpone una abuelica, su carro de la compra suficientemente lleno, su bastón, sus 80 años…
La susodicha necesitaba un teléfono para poder llamar a su marido y decirle que viniera a pagar y llevarla a casa junto con la compra.

¿Su marido no conocía el hecho que Usted salía a hacer la compra semanal? pregunto inocente.
Si, me contesta, pero ya sabe como son los hombres.
Vuélvase sin compra, no le prepare comida y otro día no se hará el remolón, insinúo.
Siempre hay algún vecino que me lleva pero hoy no hay nadie yo vivo aquí cerca, alega sin apartarse de su cometido.

¿Pretenderá que le lleve la compra yo?
¿Tendré que pagársela también?
¿Tendrá marido en su casa que me pague el monto de su adquisición?
¿Esta señora tendrá bien la chaveta?
¿Es una oportunista y lo hace a menudo?
Chelo ni te molestes en analizar… infinitas posibilidades, me decia, mientras la percepción instalaba en mis labios aquello de:


MANDA HUEVOS, MANDA HUEVOS, MANDA HUEVOS.

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