20 enero, 2007

Copiando Modelos

Susana, melena rubia, a tonos oscuros y claros que aportan luz y calidez a su rostro ovalado, que denota, poder de seducción, amabilidad y simpatía.
Ella es perfecta, tiene que serlo, sabe que no puede ser de otra forma, los límites están ligados a su función en la vida.
Esposa estupenda a la par que buena amante, madre cariñosa con faceta educadora, trabajadora productiva a la vez que encantadora.
Estupenda, buena, amantísima, educada, productiva, encantadora… Esas son sus metas. ¡No hay tiempo para pensar!

Darío, soñador y sensible con unos ojos negros, profundos e inmensamente tristes, no coincidían con esos vivarachos de sus veinte años, pero aun no había perdido esa mirada franca y directa.
Le costo crecer, le quitaron sus cochecitos y le hicieron mayor, no quería pero no pudo hacer nada. La vida le fue dando y quitando, y se acostumbro.
En ese quita y pon, le quitaron soledad y le dieron amor, le quitaron libertad y le dieron hijos, le dieron trabajo y le quitaron tiempo, le quitaron y le dieron, al fin.

Cuando Susana y Darío se conocieron, se reconocieron nada mas verse, comenzaron a necesitarse, el amor fue sembrando ilusiones y trazando sus vidas.

Jorge y Alberto fueron su obra más preciada, semillas regadas con sueños.
A sus 11 años, Jorge, larguirucho, con ojos vivos que no perdían detalle, era todo un hombrecito, le habían educado en la responsabilidad, no había tiempo para ser de otra forma, estudioso y curioso, protegía a Alberto, con dulzura y empeño.
Alberto era tranquilo y callado, a sus 6 años admiraba a su hermano, le adoraba, pasaban muchos tiempos juntos.

Y la rueda de los días giraba al son de afanes y encuentros, los padres jugaban a ser pequeños, los enanos a ser mayores, copiaban modelos, observaban actitudes.

Susana, no acudiría a comer a casa el viernes, si, lo había prometido, pero no podría ser, no sabía como decírlo, pero tenia que hacerlo, no era posible dejar de asistir a la puesta en marcha del sistema de gestión de logística.
Era algo muy soñado, y el justo reconocimiento a tanto esfuerzo lo que allí le esperaba, tenia que ir.
Había sido un trimestre duro, el ordenador fue su compañero mas fiel en este tiempo, se moldeaban mutuamente, sus teclas esperaban la caricia de sus dedos, donde ella depositaba su alma, lastimada a ratos, a fuerza de desencuentros y obligaciones, o rebosando felicidad y energía a golpes de satisfacciones y encuentros con ella misma.

Darío, Estaba nervioso, las cosas no iban como el quería, la vida ya no le resultaba tan llevadera. Su ascenso a la dirección, le había reportado, poder, dinero y hasta algún que otro devaneo con veinte añeras, pero ya no le compensaba.
Era responsable del departamento de control de calidad de una gran empresa, el trabajo cada vez era mayor, el personal cada vez menor, mas cualificado, menos experiencia, lo que le llevaba más control, y tiempo para sacar adelante el cometido diario.
Pero así era, no podía fallar a los que habían confiado en el, y tanto le reconocían, ¡que felicidad sentía cuando le pasaban el brazo por el hombro!, ¿cuando iba a ver soñado, el, ser de esa pandilla tan admirada, temida y envidiada?
El viernes se lo volverían a demostrar en esa comida de trabajo, donde revalidaría su situación. Sabía que el viernes era de su familia pero seguro lo entenderían.

Ellos estaban preparados para cosas como estas, no importaba, no era la primera vez que los papas, no iban a comer, claro que hoy era viernes, y esos días siempre eran de los cuatro, pero no iba a pasar nada, después de todo, ¿cuantas veces habían ido al restaurante chino con ellos?, los camareros les conocían y ellos a los camareros, solo cambiaba que iban a estar en una mesa de dos en vez de una de cuatro, pero todo seria como si no faltara nadie.
Comieron cabizbajos y con prisas sin perder de vista el plato, hablaban poco, el camarero los mimaba, eran un encargo de sus padres.
A los postres, les ofrecen toda una gama de delicias, pero no las quieren, a cada sugerencia le seguía un no rotundo por parte de Jorge.
Ya un poquito desbordado, y queriendo acabar con tanto proteccionismo, con voz firme y enarbolando 20€ en su mano derecha, le dice al camarero, por favor, tráigame la cuenta y un chupito de melocotón sin alcohol.
Paga, da cuenta del chupito de un trago se levantan y se van.
¡Vamos a esperarlos! Y a decirles que lo hicieron como si hubieran sido ellos.
Y es que al que sus padres parece honra merece.

No hay comentarios: