11 junio, 2007

Sobre la fragilidad de memoria

Este es otro articulo de Juan José Millás que subiéndole al Blog es como si hiciera justicia a mi opinión, sobre tantos y tantos correos que me llegaron de simpatizantes del PP, amigos, que no implica que aunque seamos de distinta cuerda política, no nos queramos por muchas otras cosas.
Y que mejor que hacerlo con estas palabras que comparto. Aupa Sr. Millas.

La foto fue tomada el 3 de marzo de 2006, durante la convención que llevó a cabo el PP para encarar el futuro. Sin embargo, Aznar aprovechó su intervención para hacerse un pasado. Vino a decir que él nunca se había referido a ETA con el nombre de Movimiento Vasco de Liberación. Que nunca dijo que si los terroristas dejaban las armas sabría ser generoso. Que de su boca no salió la frase «Estoy dispuesto a tomar todas las iniciativas que fuesen necesarias si viésemos que podía entenderse o podían darse pasos positivos para que esa situación de cese de violencia diese lugar a un proceso definitivo de paz». Que jamás pronunció la siguiente oración compuesta: «Estoy dispuesto a ser generoso si es necesario, a ser comprensivo si eso ayuda al final del terrorismo». Tampoco afirmó nunca que «por la paz y por sus derechos pondremos lo mejor de nuestra parte para hacerla definitiva con la ayuda y la esperanza de todos».

Tampoco Mariano Rajoy declaró, en relación al acercamiento de presos, que el Gobierno había hecho un gesto conforme a la voluntad y el deseo de que llegara la paz. Ricardo Martín Fluxá, a la sazón secretario de Estado para la seguridad, no dijo en ningún momento que en ese proceso «no podrá haber nunca vencedores ni vencidos». Durante el Gobierno del PP no se produjeron 311 excarcelaciones de etarras, 64 de las cuales correspondían a terroristas condenados por asesinatos múltiples a penas superiores a 20 años, cuando no a 200 o 300. Entre septiembre de 1998 y septiembre de 1999 el PP no ordenó el acercamiento de más de 120 presos de ETA a cárceles del País Vasco. Tampoco permitió ni estimuló el regreso de más de 300 exiliados. En la reunión del Gobierno con ETA en Zúrich, que lógicamente nunca se produjo, nadie se dirigió a los terroristas para decirles «No venimos a la derrota de ETA».

Si usted entra en un buscador cualquiera de Internet y escribe «Aznar+negociación con ETA» le salen casi cuatrocientas mil referencias. Cuatrocientas mil referencias, se dice pronto, algunas muy documentadas, sobre todos estos hechos que jamás sucedieron. Se trata de un caso único en la historia de la humanidad, si exceptuamos el ámbito de la teología, que ha producido millones de libros acerca de un ser al que nadie ha visto y sobre cuya existencia no existe prueba alguna.

Acudieron a la convención del PP 3.000 militantes que aplaudieron a su jefe natural (quedó muy claro que Rajoy era un sucedáneo), porque los 3.000 estaban de acuerdo en que Aznar no había negociado con ETA, no había llamado a la banda asesina Movimiento Vasco de Liberación, no había asegurado que sabría ser generoso si abandonaban las armas, no había excarcelado, ni aproximado presos, no había dicho que no habría vencedores ni vencidos, etcétera.

Llama la atención que José María Aznar y Mariano Rajoy, las dos primeras figuras del acto, tuvieran que sentarse en el suelo, como si no hubiera sitio para ellas en una convención sobre el futuro. Pero quién necesita un futuro con un pasado tan brillante, tan limpio, tan sin mácula, que diría el extinto Carrero Blanco. Viva todo.

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