18 enero, 2008

El abuelo

En el metro que estaba yo y sentadita, con la sonrisa interior que produce el sentarse cuando se tiene un considerable dolor de pies, pues, aunque no sea muy glamuroso, la verdad es que últimamente me duelen un montón, ¿será por todo lo que ando?, ¿por las horas que hecho delante del caballete?, ¿por la pila… de años? … pero la verdad, mi verdad es que los pies y yo últimamente nos llevamos a matar.

Con mi felicidad por montera estaba, cuando aparece un abuelete que si ya en la cara llevaba puesta la edad, en la forma de caminar renqueante y de bamboleo la certificaba.

Mi primera intención fue cederle el asiento, pero, antes de ello, mi instinto de supervivencia, me insto a mirar a ambos lados para ver si había alguien mas joven y se me adelantaba, todo esto, debo aclarar, que fue en una fracción de segundos.

Efectivamente había un gran porcentaje de personas más jóvenes y sentadas, condición imprescindible en mi escrutinio, pero hete aquí, que ninguna se levanto.

Así es que me dije, ¡este va a ser tu problema y no el de los demás! y pensado y hecho, me levante y me dirigí al susodicho abuelo para que ocupara mi apreciado trono.

- Siéntese, dije amablemente.
- No, gracias, que me bajo en la siguiente estación, además usted también lo necesita, me contesto el.
- No de verdad que no lo necesito, volví, arremeter, sin querer darme mucha cuenta de lo que quiso decir, pues había dos posibles explicaciones o el señor era un iluminado y se dio cuenta que me dolían los pies, o me vio con más años que la tos.

En esta pequeña disquisición estábamos cuando se levanta una jovenzuela, que debió pensar en echarnos una mano y dirigiéndose a el le ofrece su asiento:

- siéntese, por favor.
- A lo que yo inmediatamente le dije, no si es que se baja en la próxima.

Y el anciano de los “cojines”, yendo hacia el asiento de la chica, masculla:

- bueno, me siento que usted es mas joven, aunque me bajo en la próxima.

Yo con mi moral un poco a ras de suelo, queriendo aparentar que no paso nada por mi interior, y después de que el anotara que había estado en la guerra, le pregunte:

- ¿En que año nació usted?
- A lo que el respondió en el 1920.

Como un resorte mi ojo busca el espejo-ventana del que disponemos en todo vagón, y me digo:

- ¡Suerte que tengo de sentirme mas joven de lo que los demás piensan!
- No hay mal que por bien no venga.

Aupa lo positivo y la alegría…

…de todas formas viejo toca cataplines, ¡que te den!

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